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Parece que cada vez que juntamos Canadá y recoger cerezas se produce una reacción que nos va a llevar a la más absoluta incertidumbre, nervios y estrés en dosis ilimitadas y sin previo aviso.

Por tanto, no nos sorprendió que nada más llegar al aeropuerto, con mil horas de adelanto como a Silvia le gusta, nos dijeran que nuestro vuelo se retrasaba y que no podríamos llegar a Vancouver antes de medianoche, o en su defecto al día siguiente.

Esto no nos hubiese afectado mucho si no fuese porque habíamos quedado con dos amigos en la estación de autobús de Vancouver a las 10 de la noche para tomar el bus de las 12 que nos llevaría al valle de Okanagan, por cierto, el único del día, bueno noche. A eso tenemos que unir que no había forma de localizarlos y que ya teníamos comprados los billetes. Los sudores fríos empezaban a aparecer y mi entrecejo empezaba a tomar su peculiar forma.

Dos horas después conseguimos que nos mandaran con otra aerolínea que llegaba a las 11 de la noche y que con suerte, si no perdíamos las conexiones, no se retrasaba, ni los de la aduana nos daban demasiado el follón, podríamos llegar a nuestro destino a la hora.

Casi todo se cumplió a la perfección, salvo los de la aduana que nos interrogaron muy amablemente tres veces. Por suerte, nos libramos del tacto rectal.

Por fin llegamos. No con demasiado tiempo, pero conseguimos subirnos al autobús y encontrarnos con nuestros amigos que no daban un duro por nosotros y pensaban que nos habían deportado.

Nos relajamos, disfrutamos un poco de la comodidad de los asientos y el olor a nuevo de los calcetines del resto de pasajeros y al cabo de unas horas escribimos a nuestro jefe para decirle que ya estábamos de camino y que pondríamos nuestra tienda en el mismo lugar que el año anterior. Pero no.

Cuando piensas que está todo solucionado y que las cosas van a ir sobre ruedas, te pegas el trompazo del año con la respuesta de tu jefe diciéndote que hasta dentro de 15 días no puedes instalarte y que ya veremos si tienes trabajo. ¡Bien!

A las 7 de la mañana, con poco dinero en el bolsillo y una lata de atún como única reserva de comida, sin contactos y lloviendo, llegamos a nuestro destino. No veíamos a nadie trabajando en los campos y la fruta estaba muy verde, por lo que el trabajo se iba a retrasar unos cuantos días. Esto no hacía más que mejorar.

Nuestras perspectivas no eran muy halagüeñas, los precios de los hoteles eran prohibitivos para nuestro presupuesto de batalla, así que la única opción era encontrar algún lugar donde nos dejaran poner la carpa y hacer base.

Así fue como acabamos en la iglesia del pueblo preguntándole al pastor si cabría la posibilidad de montar la carpa entre los

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En la iglesia

matorrales cual indigentes de categoría.

No sé lo que debió pensar de nosotros, si tendríamos mucha cara de famélicos o de desesperación, pero una vez que regresábamos a recoger nuestras mochilas para montar el chiringuito frente a la iglesia, nos alcanzó en coche el pastor.

-Seguro que se lo ha pensado mejor y ahora nos dice que no podemos ¡Acho que mierda! Pensaba mientras bajaba la ventanilla.

¿Os gustan las hamburguesas?

No entendíamos a que venía eso, pero – ¡Claro que sí!

Sin darnos cuenta estábamos subidos a su coche, lleno hasta los topes de mochilas, dirigiéndonos a su casa donde nos invitaba a comer.

Todavía no nos podíamos creer nuestra suerte, cuando nos pusieron una pedazo de hamburguesa con mil salsas para cada uno de nosotros y una buena ensalada. Nos sentamos todos y nos miraron fijamente ¿rezáis?

Yo, ateo irremediable y que del padre nuestro solo me sé el título, me vi en medio de una escena sacada de película, donde todos nos dábamos la mano mientras agradecíamos al señor su benevolencia por servirnos ese manjar. Demasiadas emociones para un solo día.

Si hace unos años alguien me hubiese dicho que un pastor me invitaría a comer a su casa, con rezo incluido, y que un policía me pagaría la grúa, salvándome de pasar una noche en la intemperie, el mismo mes, no me lo creería o le pediría que dejase la bebida.

 

Escrito por C. Benítez.

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8 comentarios

  1. Para que luego rechazes la palabra de nuestro señor Cristo Rey, pagano del infierno.
    PD: te tenían que haber violado entre el cura y el madero, muy fuerte.

    1. Jajaja, somos unos desagradecidos, lo sé xd

  2. la reina de los mares

    Hay gente buena por el mundo, aunque sean policías o curas.

    1. Cierto, pero pocos nos hemos encontrado con estas profesiones. Ya era hora…

  3. Buenaas!

    Hace unos días que estoy dándole caña a vuestro blog y la verdad es que por vuestra gracia al contar las penurias y mi masoquismo he decidido que la opción de ir a Canadá a por la fiebre de las cerezas es bastante viable.
    Pero hay una cosa que me tiene acojonado: el control aduanero.
    La intención seria estar allí desde finales de junio a mediados de agosto. Así, el echo de presentarme en un aeropuerto de Vancouver con una mochila («para subsistir»), sin visado de trabajo (solo con la eTA) y sin ninguna reserva en hotel, apartamento, camping… creéis que me podría complicar la entrada al país?

    El billete me va a costar una pasta (que esperaría recuperar con las cerezas) y solo me faltaría que al llegar allí el instinto de los aduaneros me mandara otra vez de vuelta…

    Como lo veis?

    Saludos gente!

    1. ¡Buenas, «Yo soy aquel»!

      Me alegra que te guste nuestro blog, y no sé si tanto, que te haya convencido para ir hacer la temporada de cerezas xd.

      Si tienes un billete de salida, seguro médico, puedes demostrar que tienes el dinero para estar allí…no te deberían de dar problemas a la hora de entrar.

      Te dejo el link del ministerio de asuntos exteriores para que veas las condiciones de entrada a Canadá: http://www.exteriores.gob.es/Portal/es/ServiciosAlCiudadano/SiViajasAlExtranjero/Paginas/DetalleRecomendacion.aspx?IdP=35

      Te escribo un e-mail al contacto que has dejado y te cuento un poquito más.

      Un saludo.

  4. Hola! Estoy viajando a Canadá y quisiera tener más información sobre el picking cherry. Te puedo contactar? Gracias, namaste.

    1. Qué tal Guadalupe?
      Claro que puedes contactarnos, escribe a nuestro correo hateradvisor@gmail.com o rellena el formulario de la página de contacto.
      Si crees que tus dudas también las puede tener otras personas, déjanos un comentario público y así podemos ayudar a más gente.
      Un saludo y mucha suerte.

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