¿Canadá? ¡Es uno de los mejores países para vivir! ¡Uno de los países más ecológicos! ¡Una mierda!
La imagen que los medios de comunicación nos han creado de este inmenso país, en ocasiones, dicta bastante de la realidad. No discutiré, que algunas bondades y sitios increíbles tiene, pero si que resaltaré sus maravillosas deficiencias.
Cuando llegué a Vancouver empecé a preguntarme si no me había equivocado de avión y había llegado a Benidorm, duda que resolví rápido cuando pregunté por Aqualandia y me mandarón al carajo con acento muy raro.
Edificios altos, modernos y verde se juntaban con una serie de personajes recién sacados de Walking Dead. Nunca he visto tantas personas pidiendo en la calle, mientras fumaban crack a plena luz del día sin que nadie se impresionara. El desgaste físico y las huellas de esta droga en sus caras te hacían pensar por que existe tanta ficción zombie.

Un ligero paseo por estas calles, y un par de avisos de comerciantes de la zona sobre nuestra seguridad, nada comparable con cualquier otro sitio peligroso de verdad, nos lleva al barrio chino. Donde digamos que la hospitalidad no es su fuerte. Llevaba tiempo sin que me tirasen el plato de comida a la mesa desbordando todo el contenido, sin ninguna expresión en su cara. Fue una buena comida de falso conejo.
Una vez aclimatado al ambiente lugareño, me decido a ir a un voluntariado en el que, realmente, encontré curiosos compañeros.
Todo iba bien en los primeros días. Me acomodaron en una caravana destartalada, con un colchón en el suelo, que desprendía olor entre semen y heces. La mosquitera, muy necesaria en este país donde los mosquitos son como manzanas, tenía un agujero donde fácilmente entraba un oso grizzly. La limpieza, dejémosla en defieciente.
Tras una pequeña meditación decidí poner mi tienda de campaña fuera y luchar para no morir con el frío nocturno.
Lo mejor del sitio, además de las vistas, era la cantidad de comida basura a la que tenías acceso. Miles de salsas, a cada cual peor, para mezclar con docenas de salchichas plasticosas y carne, como una alpargata, de hamburguesa que producía un inmediato engorde. Ya ibas entendiendo la cara de gorrino que tenía el padre del dueño. No sabes si tendría algo que ver esta familia con la que se encontró Octavio Reverte en el desierto de Tatacoa, ver «Las Colinas Tienen Ojos«.
El trabajo que había que realizar a cambio no era del todo abusivo, como en otros sitios en los que he tenido el placer de estar. Todavía recuerdo esa increíble experiencia donde me pedían ocho horas de trabajo durante 6 días, con un mínimo de estancia de tres meses, a cambio de unas condiciones espectaculares, te dejaban un lugar para que armases tu tienda de campaña, ¡quién puede negarse a ello!
En este caso, cinco horas de trabajo limpiando las malas hierbas entre manzanos no era tan malo. Una pareja de gremlins alemanes destacaba por su eficacia e interés. Cada vez que tenían que arrancar una malahierba, pedían perdón a la Pachamama y con un rito que duraba varios minutos la cortaban sin dolor. Tras ello, se abrazaban de forma muy calurosa, humano planta, que terminaba con un ligero sollozo. Un espectáculo aderezado con las caras de odio de todos los compañeros que veían como, mientras se rompían la espalda a palazos, sus compañeros gozaban de un romance Disney.
Los dueños de la granja, una pareja de nuevos ricos canadienses, que no habían tenido trato con la agricultura en su vida. Capaces de la aberración de darte un “vino”, producido por ellos, en cubos de plástico reciclado de pintura, se portaron de una manera aceptable hasta que delegaron la granja unos días en el padre. Un autentico Chuck Norris canadiense que en cualquier momento parecía que le iba a dar un infarto.
Este hombre, que odiaba que los extranjeros fueran a su país, pero dueño de una parcela en USA y que no entendía su propia incongruencia, empezó a mandar como si fuéramos sus pequeños esclavos en Georgia.
Lo primero que hizo fue mandar a las mujeres a limpiar su coche, herramienta según él, fundamental en la granja. El malestar ya estaba asegurado, pero la siguiente orden de limpiar su caravana, hizo que a más de una le brotará su disgusto dejándolo patente y pidiendo un trato igualitario, el cual se negaba a dar. Después de sobrevivir a tres ataques epilépticos y dos ictus mientras expulsaba baba de rabia por su propio cabreo, dejando patente a todo el mundo quien mandaba allí, dió la posibilidad que las voluntarias se reintegrarán a realizar el trabajo por el que se supone que estaban allí, siendo tareas de una granja orgánica.
Esto debió de disgustarle de una manera sobrehumana, ya que a la mañana siguiente, día de descanso, despertó a todo el mundo obligando a que le entregásemos el pasaporte.
Esta medida, totalmente inadecuada y fuera de contexto no fue entendida por nadie.
Al intentar hablar con él, conseguí lo mejor que me podía haber pasado. Solo decirle que no estaba de acuerdo con darle mi pasaporte produjo una contestación clara, “this is my land, this is my rule and you go out”. Caras de sorpresa de todo el mundo.
Unos pobres voluntarios que llegaron la noche anterior, inmediatamente se fueron al ver a este engreido. Quién para terminar, me dejó quince minutos para recoger mis cosas y largarme. Mientras me supervisaba detrás de la puerta.
Para terminar, me escoltó con su cuatrimoto, cual terrateniente en su caballo blanco, hasta la puerta de la finca, temiendo que pudiera robarle alguna manzana verde.
Un bonito inicio de Canadá.
Escrito por C. Benítez.
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Cucufato tienes el de atraer la inmundicia y los personajea a tu vida. No se si te dejas llevar por el odio o el odio se deja llevar por ti ??
Me ha gustado el artículo 😉
Creo que me debí abonar al fracaso hace unos años, desde Carabanchel no levanto cabeza.
Yo estaba allí escondido entre los manzanos, necesito ayuda , me gusta el chooope
Ya podías compartir el chopped que pase mucha hambre.