GERARDA T. ROCA
No sé lo que me pasa, pero es ponerme una mochila al hombro y alejarme de la seguridad de mi casa y me trasformo en una especie de “inconsciente-loca del coño-a la que todo le vale”.
Supongo que me pueden las luces, las caras exóticas, las calles de barro, el escozor de la picaduras, los escalofríos de una buena diarrea o la falta de higiene… El caso es que allá donde vaya me buscaré la actividad más insólita, imprudente o poco recomendable y me lanzaré a ella puesta de dopamina, como una niña con juguete nuevo.
Mis estados psicotrópicos de alegría se entremezclan con ataques de histeria cuando las cosas no son tan rosas como me las había imaginado. Pero no desisto, e insisto. Mi sesgo de confirmación me mantiene con actitud positiva: «todo el mundo es bueno y toda experiencia enriquecedora» dice el mantra que tarareo mientras estoy en viaje y eso crea una barrera a mi alrededor que me hace inmune a todos los peligros (ejem).
Gracias a la falta de recursos económicos y a que resido permanentemente en el culo de Europa, mis aventuras no son todas las que mi corazoncito desea y eso ha conseguido mantenerme con vida y permitirme escribir estas líneas.
¿Te vienes de viaje conmigo?
Artículos escritos: Selva para idiotas: Capítulo 1