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El 17 de abril de 1975, los Jemeres Rojos consiguen derrocar al dictador Lon Nol, puesto por EE.UU., tomando el control de Phonm Pehn y dejando de ser una guerrilla a controlar el país.

Lo que en un principio fue una alegría para la gran mayoría de la población al pensar que tocaba su fin la guerra civil de ocho largos años, rápidamente se convirtió en un auténtico infierno.

Entre los años 1975-79, los Jemeres rojos, intentaron crear una sociedad desde cero, sin las perversiones de la burguesía y enfatizando el poder en los agricultores, a los que denominaron el viejo pueblo.

Por otro lado estaba el “nuevo pueblo”, antiguos habitantes de las ciudades que fueron desalojados y reubicados en “campos de trabajo forzado” en diferentes zonas agrícolas de Camboya. Obligándolos a trabajar en jornadas interminables, con solo dos raciones de comida al día, que en muchas ocasiones no eran más que un caldo de arroz, sin arroz, como cuenta Denise Affonço en su libro “El infierno de los Jemeres Rojos”.

Estas políticas de reubicación y trabajo forzado tenían como objetivo un “auto genocidio” de la población camboyana eliminando a todas aquellas personas que no fuesen válidas para el trabajo en el campo, intelectuales, opositores al régimen o cualquier persona que levantase sospechas de ser espías de la CIA o KGB, y así un largo etcétera.

¿Quién era el responsable de esta locura? El temido Angkar (la organización), una especie de gran hermano descrito por G. Orwell en su novela 1984, compuesto por la cúpula del partido comunista camboyano dirigido por Pol Pot y apoyado por la China de Mao, y que mantuvo en secreto la composición de su formación hasta dos años después de la toma de control del país por parte de los Jemeres Rojos.

Fue en estos años cuando se comete el mayor genocidio en un país del tercer mundo, con cifras de entre 1,5 millones de muertos a 3 millones, según los cálculos más pesimistas, de un total de 8 millones de habitantes.

Con la intervención vietnamita en 1978, los Jemeres Rojos pierden el poder replegándose a las zonas fronterizas con Tailandia, donde no dudaron en expoliar los recursos existentes, maderas nobles, para financiarse y de paso convertir la frontera en un bosque de minas.

Aunque hoy ya no hay conflicto armado, los cientos de miles de desaparecidos, las víctimas del conflicto y los mutilados por las minas que todavía siguen explotando, hacen que este periodo siga presente en una sociedad que intenta pasar página y subirse al carro del crecimiento económico. Siendo el turismo una de sus bazas principales para el desarrollo imitando a sus países vecinos y repitiendo los mismos errores que ellos, incluso superándolo.

Nada más llegar a Phnom Phen pudimos comprobar como la prostitución que vimos en Siem Reap era una broma con la que campaba por las calles del barrio Daun Penh. Dos de cada tres establecimientos era un puticlub con decenas de chicas, diría que más de una todavía niñas, que gritaban a los occidentales para ganarse su atención, y con suerte, un cliente.

Una ciudad que no pierde el encanto de las grandes urbes asiáticas con sus mercados y puestos callejeros, pero donde los vertederos, ratas y los olores penetrantes hasta el aturdimiento, hacen que acabe siendo un lugar donde no apetece quedarse mucho tiempo a primera vista. Pero es un punto esencial si quieres conocer los dos museos más importantes, aunque no los únicos, sobre el genocidio, la prisión S-21 y Choeung Ek Memorial.

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Una de las camas de tortura donde encontraron el cadáver de un prisionero.

Por mucho que puedas leer sobre estos dos lugares, nada es comparable con presenciar las habitaciones donde torturaban hasta la muerte a los presos de la S-21, quedando todavía vestigios de manchas de sangre por el suelo, ver las mini celdas donde vivían hacinados o las fotos de todos los presos que una vez que entraron, los únicos que pudieron salir fueron dirigidos hacia los campos de la muerte donde serían asesinados de la forma más cruel.

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Víctimas en Choeung Ek Memorial

Choeung Ek Memorial es uno de los cientos de lugares donde hallaron fosas repletas de cadáveres salvajemente asesinados a martillazos o decapitados con las hojas de las palmeras que usando sus fuertes pinchos, podían desgarrar el cuello de sus víctimas, y así podían ahorrarse la escasa munición de la que disponían. Pero el colofón del horror se lo lleva el árbol que usaban para golpear a los bebés hasta la muerte. Hoy este lugar se ha convertido en un símbolo de recuerdo y conmemoración a las víctimas y desaparecidos.

Son dos lugares duros pero imprescindibles para conocer un poco más sobre la historia y actualidad de este país, en el que todavía son visibles las heridas de un conflicto difícil de superar.

Nuestro viaje continuó hacia Kampong Chhnang pero esta es parte de la siguiente historia.

Escrito por C. Benítez

PD: si quieres conocer un poco más sobre la historia de este país y los Jemeres Rojos puede interesarte:

-El infierno de los Jemeres Rojos, Denise Affonço.

-Camboya: legado de los Jemeres Rojos, Mark Aguirre.

-The Killing Field (Los Gritos del Silencio), Roland Joffé 1984.

-Genocidio camboyano Pol Pot y los Jemeres rojos, disponible en youtube.

-La guerra de Indochina Vietnam, Camboya y Laos, Canal Historia.

-Podcats Historias de la Historia 188- La Camboya del Jémer Rojo.

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4 comentarios

  1. Acabo de descubirir tu blog y me encanta.
    No sabía nada sobre Camboya.
    Te seguiré a partir de ahora.
    Un saludo Benítez.

    1. Muchas gracias Elisa, un placer tenerte como lectora.
      Saludos.

  2. Interesantísimo artículo sobre la historia de este pequeño país y la crueldad humana.
    Seguiré tus viajes.

    1. Muchas gracias Alfonso, espero que nos sigas leyendo. Saludos.

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