laguna de bacalar, la laguna de bacalar, mexico, laguna de los 7 colores, 7 colores, caribe, quintana roo, tour bacalar, bacalar, casa tortuga

Se acercaba el momento de concluir nuestra etapa en México, 11 meses de viajes, aventuras y alguna que otra penuria se merecían un final feliz, en algún lugar paradisíaco. Apremiados por los pocos días que nos quedaban tuvimos que  tomar una dura decisión: Laguna de Bacalar o Holbox. Todo no se puede.

Estábamos en Tulum y habíamos terminado un mes de voluntariado en un hostel, que buscamos un poco obligados por nuestra situación socioeconómica del aquel momento, que rozaba la muerte por inanición, y que no se veía mejorada en absoluto con el aumento de precios que vimos llegando desde Chiapas y que nos dejaba con ojos de búho a cada ¿a cuanto está…?

Después de diversas cavilaciones y una nada agradable picadura de alacrán, nos dispusimos a salir rumbo a Bacalar, uno de los pueblos Mágicos de México, conocido por su espectacular laguna “de los 7 colores”. Un Caribe de agua dulce que prometía ser el lugar perfecto para descansar. O al menos esa era nuestra intención, no sabíamos que terminaríamos siendo rescatados de un absurdo accidente …

Haciendo caso de las recomendaciones de nuestros conocidos, fuimos a dedo (salir de Tulum fue relativamente fácil) y acampamos en un hostel llamado Casa Tortuga, lo que nos supuso un buen rato a pie desde el punto donde nos dejó el conductor, empapados en sudor y preguntando ¿La casa de las tortugas es por aquí? Todo muy normal.

Dos buenas noticias: la laguna de Bacalar es tan bonita como todos dicen, es para estar horas simplemente admirando las aguas cristalinas de diferentes tonalidades. Y dos, el hostel incluye en el precio el uso de kayak (bien!). Apenas instalamos la tienda en un pequeño hueco saltamos al agua y no aguantamos las ganas de remar hasta “La Bruja”, un cenote de 100 m de profundidad que se encuentra a orillas de la laguna.

Laguna de Bacalar, laguna de los 7 colores, laguna, bacalar, mexico, caribe, colores, laguna bacalar
La Laguna de Bacalar desde nuestra tienda. Foto C. Benítez.

La sensación que uno tiene cuando llega en kayak es indescriptible. Pasas en un segundo de estar rodeado de aguas turquesas y ver perfectamente el fondo a poca distancia, al precipicio donde todo desaparece y remas en un espacio azul oscuro, que automáticamente te lleva a imaginar que algún bicho extraño surgirá de la oscuridad para arrastrarte hasta el fondo. Llegamos hasta la pequeña plataforma en el cenote, dejamos nuestro kayak, y nos armamos de valor para saltar de cabeza y nadar, pero no mucho, ¡por si salen los monstruos!

De regreso a casa todo parecía transcurrir con normalidad, ¡que si rema más rápido! ¡Que vas descoordinado/a! ¡Deja de salpicarme! ¡Lleva cuidado con el remo! Oye, ¡creo que está entrando agua! ¡Ya está el histérico! Al principio quise creer que era una tontería mía, nos habríamos metido muy mojados y habría agua de más, o cualquier sandez parecida que relajaba mis peores presentimientos, pero nada más lejos de la realidad. ¡Nos estábamos hundiendo!

Cada vez íbamos más pesados, por la cantidad de agua que se estaba metiendo, tanto que parecía que estábamos intentando hacer la competencia a la propia laguna creando la nuestra dentro del kayak, lo peor es que Silvia no me creía, siguiendo en sus trece de que era mi locura transitoria.

Hasta que se hizo evidente que mis rodillas no podían estar por debajo del agua y que algo malo estaba ocurriendo. Así lo debió advertir un lanchero que se acercó para preguntar si todo andaba bien. Rechazamos su ayuda ingenuamente, pensando que nos las arreglaríamos. Pero la parte trasera del kayak estaba completamente inundada. Una buena opción era saltar al agua, y nadando, empujar hasta regresar al embarcadero. Estaba claro que no contaba con que ese cacharro cargado de agua pesaba más de lo que imaginaba.

La situación debió resultar graciosa al capitán de otro barco, que por suerte, se acercaba detrás de nosotros para echarnos una mano. No creo que todos los días se encontraran a dos personajes, sin chalecos salvavidas, nadando mientras empujaban el kayak medio hundido y con cara de no poder más. Por suerte no ocurrió en el cenote porque ahí si que hubiese cundido  el pánico.

Subimos al barco con el mayor agradecimiento del mundo e intentando disimular el mal rato que estábamos pasando. Y así acabo el primer día en Bacalar, rendidos e imaginando las risas de nuestros amigos si supieran que por poco morimos en el Mar Menor de México.

Escrito por C.Benítez y S. de Samotracia.

 

Síguenos en Facebook, Instagram o sino te ocurrirán desgracias como las nuestras.

Puedes suscribirte rellenando el siguiente cuadro:

 

 

Puede que también te guste...

4 comentarios

  1. acho os teniais que haber ahogao a ver si asi dejais de dar tanta envidia pijo!

    1. Hombre puestos ahogarse mejor el Caribe que el Mar Menor te da más caché y por lo menos no está hasta arriba de contaminación. Pero me gusta tu apreciación.

  2. Ese lugar es precioso, soy mexicana, y es mi lugar preferido. Me encantó su historia.

    1. Muchas gracias Carolina, espero que nos sigas leyendo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.