Ser mujer y viajar sola es muy bonito, te sientes independiente, fuerte, haces amigos por todas partes y parece que el mundo no es tan malo como te lo habían pintado. Todo es maravilloso, sí, hasta que te encuentras con una loca desquiciada que te quiere partir las piernas.
Siempre pensé que me arriesgaba un poco al subir en coches de desconocidos, en mi mente, el peligro más probable era tener que tirarme en marcha cuando el conductor quisiera violarme/robarme.
En mi caso, la mala suerte no llegó de esa manera, no hubo violadores ni asesinos, solo una pareja de porteños engreídos que dieron por hecho demasiadas cosas.En esta entrañable historia, estaba recorriendo tranquilamente las montañas y senderos de la Patagonia. Después de un día agotador, conociendo los alrededores del Piltriquitrón, decidí hacer una descanso en el refugio de montaña que allí se encuentra. Las vistas eran espectaculares y el cafecito caliente muy reconfortante.
Casual y desgraciadamente, ahí estaba una pareja de porteños que dormían en el mismo camping que yo, así que nos pusimos a hablar de todas esas cosas que se hablan durante los viajes y que repetirás incansablemente, ¿de dónde vienes?, ¿a dónde vas?, ¿no te da miedo viajar sola?, etc. Si hubiese sabido la que me esperaba claro que hubiese tenido miedo, ¡cabrones!
Como empezaba a caer la tarde les dije que yo ya me iba, aún me quedaba un buen rato andando hasta el camping, muy cordialmente me invitaron a volver con ellos en su coche, ya que íbamos al mismo sitio, ingenua de mí, pienso, ¡que majos! ¡Ya ni siquiera tengo que hacer autostop para que me lleven! Regresamos charlando sin ningún problema y llegamos al camping a eso de las 19h.
A las 21h, me dicen de la recepción que una señora de unos 30 años pregunta por mi, extrañada, bajo a ver quien es, la mujer que me había traído, me comenta como quien no quiere la cosa, como si en su imaginación no estuviera apuntándome con un cuchillo, que si había visto una mochila que iba en el asiento de atrás, le digo que no, ella insiste, yo le vuelto a decir que no y veo el cortocircuito en su pequeña cabeza de “tzantza”.
“Pues nos ha desaparecido el dinero que teníamos en la mochila y solo tú has subido al coche”, a mi me da un vuelco el corazón, le digo que si no tenían la mochila en el refugio, o que si han sacado ese dinero en algún lugar, ella niega, pero desiste de este primer intento de arrancarle la cabeza a la presunta ladrona, o sea, yo.
Regreso a mi habitación algo preocupada, pero doy por hecho que cuando busquen un poco mejor encontrarán su dinero, como buena dormilona que soy, la preocupación se convirtió en profundos ronquidos antes de 5 minutos.
Horas más tarde, como si de una pesadilla se tratara, esta terrible pareja irrumpe en mi habitación, encienden la luz, y me levantan de un sobresalto, ¿¿que pasa ahora?? “¡nos vas a devolver nuestro dinero!” ella, un tanto agresiva, me acusa directamente de ladrona, yo intento mantener la calma y le explico otra vez, que no tengo nada que ver, pero no hay manera de que la bestia lo entienda, la escena se vuelve cada vez más subrealista.
Termino vaciando mi mochila cual loca, no sé si me avergüenza más la acusación o ver todo ese revoltijo de cosas acumuladas en los bolsillos de la mochila como mapas rotos, pañuelos usados, centimillos olvidados y calcetines malolientes esparcidos por la habitación.
El marido, que hasta ese momento estaba callado y con cara de oler a mierda, entra en juego, y no de cualquier manera, sino jugando a ser el “poli bueno”, muy sereno él, me dice que no va a pasarme nada, que no me preocupe, que si reconozco que tengo el dinero, se lo devuelvo y dejamos pasar esto como si nada… Vamos a ver, con cara de pena o sin ella, mi respuesta va a ser la misma: ¡¡¡no tengo tu maldito dinero!!!
La mujer vuelve a la carga al más puro estilo gitana de las 3000 viviendas y me suelta “como te vea por la calle te vas a enterar, te quito todo como te encuentre”, “que sepas que te vamos a denunciar”, a estas alturas yo estaba hecha un manojo de nervios, no sabía como demostrarles que era inocente y encima estaba sola, nadie más estaba ahí para ser testigo.
Me sentí tan vulnerable que no pude evitar llorar, lo que sirvió a la señora para reforzar su teoría “¡¿si no fueses culpable porque ibas a llorar?!”, ¡maldita sea! Me está haciendo un bullying en toda regla y se extraña de que esté tan nerviosa…
Después de numerosos gritos, amenazas e insultos, se dieron cuenta de que no iban a solucionar nada, y al fin me dejaron en paz.
A la mañana siguiente deseé que todo hubiese sido un mal sueño. Yo ya tenía previsto irme ese día del camping, comenté lo que me pasó a los chicos de recepción y me dijeron que no me preocupara. Salí de allí, más emparanoiada que el protagonista de Memento, mirando cada poco que nadie fuese tras de mí, como si realmente tuviese algo de lo que escabullirme. Y nunca más supe de aquella pareja.
Todavía los recuerdo y me pregunto si aún pensarán que aquella chica a la que subieron a su coche con toda la buena intención del mundo, les devolvió el favor robándoles, o si por algún capricho del azar consiguieron encontrar su dinero y viven arrepintiéndose del mal rato que me hicieron pasar.
Escrito por S. de Samotracia.
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Estamos tan acostumbradas a que nos digan que es una locura viajar solas (por nuestra condición de mujeres) que todos nuestros miedos se centran en los peligros «diseñados» para nosotras y se nos olvida que lo peor que nos puede pasar, podría pasarle a cualquiera…incluso a hombres, y nada tiene que ver con nuestro sexo.
Gracias por compartir tu experiencia!
Gracias marina! Totalmente de acuerdo contigo. Cuando viajaba sola me pasaron algunas cosas esta pero es una ínfima parte comparada con todas las experiencias buenas 🙂 y de hecho los momentos más incómodos haciendo autostop no han sido yendo sola sino con cucufato (es lo q tiene su mal karma jaja)
Hola Silvia, es una pena lo que te ocurrió y como dice marina, preferiría que esta nota no tenga con el hecho de ser mujer y viajar sola, sino como una experiencia de una viajera que le ocurrió esto en la patagonia, que podría ser cualquier lugar y que le podría ocurrir a cualquiera. justamente hace un mes volví de alli y recorri muchos lugares sola. gente mala sobra pero creo que no por eso una tenga que quedarse en su casa. también me parece importante que te preguntes por qué permitiste que personas extrañas te amedrenten así, creo que si podés resolver esa ecuación te puede resultar muy útil en futuras situaciones en la vida.
Gracias Valeria, quizá no tendría q haber dejado q me intimiden, el problema es que en esa situación yo no tenía forma de demostrar que no les había robado. Como decía, esto fue un hecho aislado de las miles de cosas buenas que me pasaron viajando sola. Me alegro de que disfrutases tu viaje, la Patagonia es increíble!
Que mal rollito, es posible que ni les hubieran robado y lo que querían era aprovecharse de una viajera o viajero, que lo mismo da, sola e indefensa.
es una posibilidad pero que va! lo peor es que en el fondo eran buena gente, fue un gran malentendido que espero que ellos resolviesen mas tarde, me parecería muy triste que se quedaran con la idea de que subieron al coche a una desconocida y les robó…. Y por otra parte, yo estaba en un hostel, si la cosa se hubiese puesto más fea aviso a recepción y fuera!
¡Dios mío! Pobre muchacha qué mal rato… Lo único que puedo decir es que estas situaciones se convierten en enseñanzas, ahora ya tienes más manejo ante locas de atar… Por lo demás, relato súper ameno. Te felicito por tu escritura.
Hola Eva! Muchas gracias por tu comentario! Como bien dices cada experiencia es un aprendizaje y el viaje nos obliga a manejar situaciones distintas cada día, por eso me gusta tanto!!
Aii qué mal rato!! Está claro que querían aprovecharse de ti…estos malos ratos te ayudan a tener más experiencia y a crecer..un saludo linda!
Muchas gracias por tu comentario. Yo quiero pensar que no querían aprovecharse de mí, pero quien sabe…
Espero que nos sigas leyendo. Un saludo.