¿Porqué no vamos a recoger mierda de cerdo y echar unos cuantos químicos por el campo? Si me lo hubieran dicho así, no habría ido a hacer ese cautivador voluntariado en una granja orgánica.

Todo empezó en un arrebato de empatía y gratitud con la Pachamama, que sin previo aviso broto del interior de Silvia. ¿Nunca aprenderé a decir que no?

Cambiamos nuestra ruta para recorrer unos 1000 km. hasta llegar a nuestro destino. La descripción y los comentarios del sitio no preveían un futuro tan maloliente como el que nos deparaba.

Nada más llegar, nos recibieron con excrementos hasta la cintura. Nos entregaron una pala, donde goteaba un líquido viscoso y marrón, unas botas de distinto número, en el que mi pie izquierdo quedaba entumecido, hasta tal punto que empezó a dormirse toda la pierna. ¡Este lugar me va a gustar!

Para entrar a las pocilgas, sorteas los intentos de mordiscos de cuatro pastores alemanes famélicos, que cuando no intentan comerte combaten su propia existencia entre gemidos y respiraciones entre cortadas.

Lo primero que ves, 45 cerdos y 12 lechones, encerrados en un espacio de tres metros cuadrados para cada uno. Un olor profundo, que te hace recordar a aquel verano que pasaste por Lorca dirección Águilas y que todavía te provoca náuseas.

Mientras un compañero le da un sucedáneo de comida a los animales, a ti te toca entrar a sacar palas de heces y sortear los intentos de convertirte en la primera vez que ese maldito cerdo come algo natural. Una vez tienes hecha una montañita de mierda encima del desagüe, raspas con una escoba y un chorro de agua todo lo pegado al suelo. Dos de cada tres veces hay tanta porquería que el desagüe se atasca, teniendo que meter, de forma literal, el brazo hasta el codo para sacar lo que este provocando el tapón. Este momento es uno de los más peculiar del día, ya que es una auténtica ruleta rusa, no sabes que vas a sacar de ahí.

Esta actividad se convertirá en tu rutina, dos veces al día. Una por la mañana, a las 4:30 te tocará levantarte para estar listo a las cinco. Lo que hace que tu desayuno sea, en ocasiones, algo que recogerás con la mierda de los cerdos al no poder evitar el vómito. El segundo turno será a las cuatro, nada mejor para abrirte el apetito.

Cuando has terminado, te limpias bien, quemas la ropa y te pones incienso en el culo para camuflar tu hedor. Ahora te toca aprender como funciona una granja orgánica.

Te vistes con un mono blanco, unas gafas de plástico para proteger tus ojos y una mascarilla. Agarras un bidón de 30 litros que colocas en tu espalda y te diriges a los cafetales. Es el momento del Roundup, natural y ecológico donde los haya…Hay algo que no me encaja mucho de esta granja orgánica y no sé que es.

Lo bueno es que a cambio te dejan un sitio donde poner la tienda de campaña, las habitaciones están ocupadas por suciedad, unos ratones muertos y un sin fin de trastos sacados de la segunda guerra mundial que no sabes para que valen.

Además, las comidas también están cubiertas. Un arroz blanco con un plátano, tan verde que tu paladar se convertirá en una suela de zapato rasposa y pringosa, como almuerzo. De cena, después de una comida copiosa, un fideo en caldo indescriptible.

Los quince minutos que tienes para descansar, una vez terminado el almuerzo, nunca podrán ser utilizados por el diabólico instinto de navegar en internet. Ya que esta actividad, nociva para las mentes, está restringida a un horario claro y predefinido, de siete a nueve de la tarde, no más no menos.

¿Y para qué hablar del cuarto de baño? Espacio que, compartido con tres trabajadores más, tendrás que usar entrando a su habitación decorada a un

Un buen hueco para mirar.

estilo entre Dalí y la pocilga que limpias. La puerta del baño, por no tener no tiene ni cerrojo, ni pomo, ni nada, solo un agujero tan grande, que desde el pueblo más cercano podrán verte “intentando sacar a Obama de la Casa Blanca”.

A todo esto, esperarás tener una relación con los dueños, una pareja canadiense que lleva viviendo más de quince años en el lugar, amena y fluida. Pues eso solo dependerá de tu nivel de inglés, ya que en su proceso de adaptación, aprender español fue obviado, y tu interés en el hockey sobre hielo, deporte que desde niño amas.

Aún mejor son tus compañeros, que después de explicarles que hablas el mismo idioma que ellos, siguen pensando que no les entiendes y se dirigen a ti como si fueras un indio, ¡mucho mal hoy! ¡ir Pepe! ¡Calor, mucho! Esto se complica…

Pero para colofón fue la Nochebuena. Día en el que pensabas que todos iban a preparar algún plato para compartir. Gran error. Mientras estabas comprando lo necesario para preparar tu parte, el resto de gente, sin decir nada, se atiborraba a cerdo asado y pollo en la casa del vecino. Ya tenían la excusa perfecta para no cocinar nada. No tenemos mucha hambre, comemos un poco de lo vuestro y es suficiente.

Resultado, perdiste todo el día para preparar algo especial, que se comieron sin ninguna agradecimiento…mejor hubiese sido comer con la madre alcohólica de Octavio Reverte.

Creo que es comprensible que recogiera mis cosas para irme recién amaneció. Solo espero que la Nochevieja no sea peor.

Escrito por C. Benítez.

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