Camboya es uno de los países más pobres de Asia, detrás de Afganistán y Nepal, un país azotado por guerras civiles, invasiones extranjeras y un genocidio atroz que mermó a un tercio de su población.
Hoy sigue siendo el país con más desaparecidos del mundo, detrás va España, y con una presencia masiva de minas, sobre todo en las zonas fronterizas y con un nivel de corrupción que asusta hasta un murciano.
Desde hace más de una década Camboya registra un aumento increíble del número de turistas atraídos principalmente por los famosos templos de Angkor en la ciudad de Siem Reap.
Fue allí donde nos dirigimos desde Vietnam en un avión que provocó las risas y el miedo a todos los pasajeros, tanto, que unió a todos los hispanohablantes, que no éramos pocos, en una conversación tragicómica sobre las posibilidades de sobrevivir.
Pero una vez que aterrizamos y pasamos la aduana con unos simpatiquísimos oficiales que ni siquiera te miraban al atenderte, empezamos a notar las diferencias entre Vietnam y Camboya.
Siem Reap es una ciudad volcada al turismo, plagada de hoteles y establecimientos por todos lados, especialmente en la zona de Pub Street.
Es en esta calle donde los contrastes se hacen más fuertes, o por lo menos eso me pareció a mí. Puedes encontrarte unos restaurantes con precios europeos y montados a todo lujo, mientras ves la pobreza más absoluta en la misma puerta del bar.
La primera sensación que tuve fue de estar en una ciudad perversa, donde nosotros, los turistas y viajeros, somos gran parte del problema. No es nada difícil encontrar a parejas de occidentales con camboyanas a las que cuadruplican la edad, bares con la música “a toda ostia” que no te permiten hablar con nadie salvo que hayas comprado un megáfono en algunos de los puestos que llenan Siem Reap. Discotecas que son la zona de caza de la prostitución, Camboya es uno de los 10 países con mayor turismo sexual, siendo España el 3 país en este ranking, ¿sorprende verdad? Y basura, mucha, cualquier esquina es buena para montar un vertedero improvisado y que las ratas hagan un rave con los perros callejeros a ver quién pilla el mejor bocado.
Entre estas calles, es fácil encontrar señores mutilados, quizás por las minas o una de sus tantas guerras, que se arrastran pidiendo dinero, o niños pegados a una bolsa de pegamento que no dejarán de esnifar hasta caer dormidos en cualquier acera.
El crecimiento del turismo, y a su vez de la población local, en Siem Reap también ha traído consigo un problema hídrico que podría afectar incluso al mantenimiento de los templos. Ya que para hacer frente a la demanda de agua, se ha empezado a bombearla del subsuelo de manera ilegal, lo que ha provocado el hundimiento progresivo del terreno.
Y es que los templos de Angkor son un imán para los turistas, siendo Angkor Wat un auténtico hervidero a la hora del amanecer, donde cientos de turistas se reúnen dejándonos imágenes tan curiosas como esta.
Ciertamente, el lugar es impresionante si consigues alejarte de la masa de palitos-selfies y gente parada poniendo «caritas». Si vas en una época que el infierno no te parece el paraíso, alquilar una mountain bike es la mejor opción para recorrerlos.
Además en Siem Reap también puedes acercarte a la historia del genocidio de los Jémeres Rojos y visitar uno de los muchos campos de la muerte que hay repartidos por todo el país.
Fue en esos lugares donde la locura cobró su máximo esplendor. Matando a quienes estaban en contra de los Jémeres Rojos, fuese cierto o no, tuvieran pinta de intelectuales o sospechosos de serlo por el simple hecho de llevar gafas. Aunque los museos más escalofriantes se encuentran en Phonm Phen, vale la pena visitar este también.
Con una sensación extraña en el cuerpo después de tantos contrastes, nos dirigimos a Sihanoukville para conocer la costa de Camboya, pero esta es ya parte de la siguiente entrada.
Escrito por C.Benítez
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Muy buen post.
La verdad que pintas una situación que hace reflexiuonar nuestra manera de viajar, espero la continuación can ganas.
Saludos.
Muchas gracias Miguel. Pronto publicaré la continuación.